Las colecciones fotográficas en Navarra
CÁNOVAS, Carlos, “Las colecciones fotográficas en Navarra”, en ACTAS Primer Congreso de Historia de la Fotografía, Zarautz, Photomuseum Argazki Euskal Museoa, 2005, pp. 16-26.
Doble preámbulo de carácter general
Dice el Diccionario que una colección es un conjunto de cosas u objetos, por lo común de una misma clase. Si hablamos de colecciones fotográficas tendremos que convenir que nos referimos o bien a un conjunto/colección de objetos fotográficos funcionales, o bien a un conjunto de fotografías propiamente dichas, que creo yo que, aun en el marco de un museo de fotografía, es de lo que debe tratarse desde el rótulo “Colecciones fotográficas navarras”. Como añadido a este párrafo diré, entre paréntesis, que en Navarra apenas existen colecciones fotográficas -de objetos fotográficos que no sean fotografías- dignas de interés. Una vez establecido que nos referimos, por tanto, a colecciones de fotografías, conviene recordar un doble punto de vista que, aunque sabido desde hace tiempo, suele olvidarse. Las fotografías, en las colecciones en que se encuentren, pueden recibir dos tratamientos:
-El “archivístico”, en el que tradicionalmente todos los objetos (fotografías-documentos en nuestro caso) tienen un mismo valor, generalmente documental.
-El “museístico”, en el que el valor de las piezas (fotografías) fluctúa según compases histórico-estéticos y, a veces, hasta mediáticos de los autores.
Hasta no hace mucho tiempo podía sostenerse que cualquier fotografía, en términos generales, era en parte arte y en parte documento, y uno no podía retirar una de las patas de ese banco sin que se cayese. Sustraer el valor documental o el artístico, prescindir de cualquiera de ellos, era como dejar cojo el invento. Se trataba, por tanto, de una especial dimensión cualitativa de la fotografía, desde la cual podía afirmarse, sin riesgos, que no existía fotografía documental sin cualidades artísticas, ni existía fotografía “artística” sin alguna dimensión documental.
Pero hablo en pasado. La irrupción de la fotografía, de un modo generalizado, en el mundo del arte –fenómeno bastante reciente, como se sabe- ha representado no pocos cambios sustanciales en el anterior estado de cosas. Ahora sí es posible sustraer el valor documental a una realización fotográfica –ya no sé si procede llamarla fotografía en el contexto de ese mercado al que nos referimos- sin que ocurra nada especialmente significativo. El final del siglo XX, los años 90, ha visto a la fotografía acceder al mundo del arte. Eso, por lo que suspirábamos desde hacía muchos años los fotógrafos de mi generación, añade aspectos nuevos a un estado de cosas que parecía, en los años ochenta, bastante consolidado.
Es cierto, se me dirá, que el mercado, paradójicamente, ha primado más aquellas realizaciones con una evidente base documental (Escuela de Düsseldorf, Bern & Hilla Becher, Struth, Ruff, Gurski, etc.), pero también lo es que puede uno pasearse por cualquier feria de arte contemporáneo y encontrar por todas partes lo que yo llamaría fotografías-procedimientos. En otras palabras, se utiliza la fotografía como medio de producción artística al margen de lo que habían sido algunas de sus esencias (documentales, por ejemplo), que pasan a un segundo plano o directamente desaparecen.
Más allá de si esto es bueno o malo, lo que parece evidente es que significa cambios profundos en muchos sentidos. En el marco de esta intervención, sin ir más lejos, puede significar cambios sustanciales en el modo de guardar las imágenes fotográficas. Dicho de otro modo, el péndulo parece haber quedado desviado, de un tiempo a esta parte, hacia el tratamiento “museístico”.
¿Significa esto que va a desaparecer la fotografía documental tal y como la entendemos? Debería responder a mi pregunta con un rotundo “evidentemente no”, pero no sé si debo. Creo, en todo caso, que significa que la brecha entre arte y documento es y va a seguir siendo cada vez mayor, con los subsiguientes cambios en los modos de conservación en fondos y colecciones, cuyas pautas de actuación van a conocer un antes y un después del período crucial que, a mi juicio, hemos vivido durante el último decenio.
La segunda reflexión que quiero hacer tiene que ver también con el futuro (en general) de las colecciones fotográficas. Es un breve apunte sobre la incidencia de la digitalización. Lo digital está significando una verdadera revolución en el mundo de la fotografía. Decir esto no es, desde luego, una novedad. Todo el mundo habla ya de la “revolución digital”. A veces, sin embargo, en el día a día, parecemos olvidarlo.
La historia de la fotografía puede ser analizada de muchas maneras. Una, ya muy conocida, es la de considerarla como la “historia de los sucesivos avances técnicos y procedimentales” que han jalonado, permítanme la palabra, su “biografía”. Es un hecho muy contrastado, a mi entender, que cada uno de esos avances-cambios técnicos ha representado también un cambio en el rumbo estético de la propia fotografía. Piénsese, por ejemplo, en la forma de documentar que mayoritariamente adoptan los fotógrafos antes y después de la aparición de lo que llamamos pequeños formato, o en las derivas formales –y conceptuales- que el uso de una luz “extraña”, como la del flash, terminará por significar.
En ese sentido, una buena parte de lo comentado al principio de esta intervención, sobre arte y documento, tiene que ver, en no poca medida, con la irrupción de lo digital. Aunque algunos “gurús” (estoy pensando ahora en Henri Cartier-Bresson) han afirmado en más de una ocasión que lo digital no entraña cambios en las pautas del fotógrafo, lo cierto es que han sido, están siendo muy contestados. Sí significa cambios.
En el ámbito de la conservación, además, lo digital tiene un alcance en el que con frecuencia no reparamos. En algunos fondos y colecciones se ha procedido, o se está en ello, a una digitalización de las fotografías. No voy a cantar las “ventajas” que representa esa digitalización, tales como salvaguarda de los contenidos icónicos, detención de los procesos de envejecimiento, puesta al alcance de los contenidos para el especialista o el público en general, etc. etc. A veces olvidamos que la revolución digital supone cambios en la estrategia de archivos y colecciones, y no siempre necesariamente buenos.
Así, se sostiene a menudo que, tras un gran esfuerzo, se ha digitalizado tal o cual archivo. Las imágenes, salvadas, van a ser accesibles. Sin duda se han realizado fuertes inversiones, en infraestructuras, en ordenadores, en software… Y se echa un punto final al asunto. Ya “está”, perfecto.
¿Perfecto? Las imágenes fotográficas tienen un soporte original: son calotipos, albúminas, procesos pigmentarios, virajes de tal o cual tipo, tratamientos específicos en color, etc. La digitalización significa, por lo general, conservación de contenidos y divulgación. En tanto la tecnología no evolucione más suele significar también el olvido de los soportes originales. Toda imagen fotográfica ha viajado, a través del tiempo, en su correspondiente soporte. Y todo soporte tiene unas características formales y estéticas fuera de toda duda. No son pocas las ocasiones en que el alejamiento del soporte original supone un cierto grado de incomprensión (un grado de incomprensión cierto, diría más bien) del propio significado de la obra original que, privada de sus aspectos formales, que pueden ser esenciales, pierde una buena parte de su sentido.
Si conceptualmente no debíamos separar, decíamos al principio, lo que es arte y lo que es documento, podríamos decir también, haciendo un paralelismo, que no podemos separar “impunemente” lo que es fondo de lo que es forma. A veces, desde la perspectiva digital, se pierden otras (demasiadas) perspectivas.
Preámbulo de carácter particular
Descendiendo al tema concreto de esta charla, aunque conviene tener presente lo dicho, quisiera establecer algunas líneas maestras introductorias.
Navarra es una comunidad pequeña. Esto ha de ser tenido en cuenta, muy en cuenta, a la hora de dimensionar las cosas, a la hora de dimensionar nuestra particular historia. Esta pequeñez hace que el conocimiento de fotografías y fotógrafos pueda parecer más fácil, pero también puede propiciar algunas distorsiones. Hay lagunas en nuestra propia historia fotográfica y hay también hiperabundancias y escaseces que pueden inducir a errores. A pesar de nuestro reducido tamaño pienso que es correcta una apreciación que ya se ha establecido con anterioridad en bastantes ocasiones: la densidad, el índice fotógrafos/habitantes es bastante elevado. A partir de un cierto momento, que yo situaría en los 70-80 del siglo XIX, la producción fotográfica en Navarra es intensa. Profesionales y no profesionales, lo cierto es que hay un número bastante importante de fotógrafos que han realizado obras con alguna consistencia.
Hablando siempre en términos generales, de estos fotógrafos pueden precisarse algunas características. No todos los temas han sido abordados por igual: naturaleza muerta, por ejemplo, y desnudo, son géneros que prácticamente no existen. Un planteamiento fotográfico que tenga que ver con lo que podríamos llamar documentación social, tampoco. Hasta donde yo sé el período de las vanguardias en la fotografía navarra es como un agujero negro (o al menos muy oscuro), y quizás lo peor es que estos aspectos no van a cambiar, en nuestra pequeña historia, hasta muy finales del siglo XX. Se me dirá que todo eso es bastante parecido a lo que ocurre en otras comunidades. Sin duda, pero el hecho no debe perderse de vista.
Para que Vds. puedan tener una idea ajustada del contenido de las colecciones y fondos fotográficos existentes en Navarra, comentaré algunos aspectos más o menos técnicos o conceptuales de esos mismos fondos y colecciones a la vez que proyectamos algunas fotografías. Soy consciente, y es pero que Vds. también, de que proyectando “algunas” fotografías y no otras ya hago distinciones. Me gustaría recordar, una vez más, el carácter de introducción al tema que tiene esta charla.
Desde un punto de vista muy convencional, he establecido una doble división en las colecciones de fotografías existentes en Navarra:
-A. Colecciones y fondos fotográficos no particulares (públicas o no)
-B. Colecciones y fondos particulares
Archivo Diocesano de Pamplona
Dependiente del Arzobispado. Reúne materiales relacionados con el patrimonio eclesiástico en Navarra. En su mayor parte se trata de imágenes obtenidas a partir de 1975, en general bien documentadas. Está constituido por positivos blanco y negro y/o diapositivas, lo que puede suscitar algunas cuestiones en relación con los problemas de conservación típicos, sobre todo, de estos últimos soportes. Que sepamos no existen medidas específicas establecidas para la mejor conservación de los materiales del archivo. En su mayor parte se trata de lo que llamaríamos “fotografía aplicada”, sin excesivo interés más allá de su propio ámbito.
Archivo municipal de Pamplona
Probablemente es el fondo público más antiguo de Navarra y seguramente el más completo en relación con esta comunidad. Cuantitativamente está formado por originales y reproducciones que hacen un total superior a las 20.000. Es un fondo que tiene algo de aluvión: diferente naturaleza de los materiales que lo componen, diferente procedencia y diferentes etapas.
Hay, como digo, originales y reproducciones, la mayor parte en forma de positivos b/n. Pueden encontrarse imágenes de todo tipo y condición a partir de, más o menos, 1870.
Desde el punto de vista del historiador es un archivo sumamente rico, desde el punto de vista “fotográfico” o, si se prefiere, artístico, no tanto. En su mayor parte, sobre todo al principio, las fotografías del archivo se obtuvieron para ilustrar diversas publicaciones o para documentar determinados cambios llevados a cabo en Pamplona. Salvo casos puntuales, la mayor parte de estas fotografías no fueron adquiridas por su valor, digamos artístico. Sin embargo, sobre la base de lo que hemos dicho en la introducción, algunas de las imágenes del AMP tienen un gran valor que va mucho más allá de lo estrictamente documental.
La procedencia del archivo queda de manifiesto, en la mayor parte de los casos, por el tratamiento archivístico que, a lo largo de los años, han recibido las fotografías que lo componen. Los controles de calidad (me refiero sobre todo al pasado) puede decirse que no han existido. Conviven en el archivo obras magníficas junto a otras que, en términos de calidad e incluso en términos documentales, carecen, en mi opinión, de excesivo valor.
El archivo es accesible a los usuarios que lo deseen. A partir de la llegada al archivo de la técnica Ana Hueso puede decirse que está bien organizado –se ha realizado, se está realizando- una gran labor en ese sentido. Se ha partido, en general, de una organización temática, pero es factible, evidentemente, localizar obras específicas o de autores concretos. En todo caso, se ha dado prioridad a esa organización temática, a lo que era inevitable seguramente dada la naturaleza y formación del archivo, antes que al análisis de asuntos y temas fotográficos sobre autores y características de las obras.
Esto, en principio, no es ni bueno ni malo, simplemente revela la génesis y la evolución del archivo (documental antes que artístico, aunque haya, como se ha dicho, obras excelentes).
Área de Cultura del Ayuntamiento de Pamplona
En 1993, con ocasión de la VI Bienal de Pintura organizada por el Ayuntamiento, se decidió la formación de una Colección de Arte Contemporáneo en el que la fotografía ocupa un lugar primordial. Como es fácil colegir, las características de esta Colección la sitúan en las antípodas del Archivo Municipal de Pamplona que acabamos de comentar.
La colección se nutre de las adquisiciones en ferias de arte, mayoritariamente de Arco, pero la Colección lleva a cabo también, con regularidad, compras y adquisiciones por cuenta propia. En este caso preferentemente de autores navarros. Unas y otras obras se exponen con alguna regularidad, y se han publicado catálogos de esas exposiciones habitualmente. La dirección de la Colección corre a cargo de Javier Manzanos. Un anhelado centro de arte contemporáneo podría ser el destino final de una colección que, a pesar de su juventud, tiene ya una notable consistencia.
Ayuntamiento de Tudela
Bajo la dirección de Julio Segura custodia colecciones fotográficas de autores locales (León Etcheto, Carlos Serrano, Baltasar Roldán, etc.). Este archivo se hizo cargo, finalmente, de la importante obra de Nicolás Salinas Pobes, anteriormente en manos de la familia del autor. Es una obra compuesta por algunos miles de placas de cristal y 1400 vistas estereoscópicas. Nicolás Salinas fue un fotógrafo no profesional que trabajó preferentemente en formatos 9x12 y 10x15 cm. Se trata de placas de cristal en las que se alternan vistas de Tudela y de sus viajes. La familia lo conservó relativamente bien documentado.Recientemente el archivo ha recuperado también fondos de prensa de temas locales.
Ayuntamiento de Estella
Cuenta con algunas fotografías, más que notables documentalmente, aunque técnicamente deficientes (una parte significativa de ellas procede de la colección Gabino Sanz). A veces se trata de reproducciones obtenidas sin demasiados controles técnicos.
También, bajo la coordinación de María Victoria Ott, se ha llevado a cabo la organización de varias exposiciones locales recogiendo obras, sobre todo de la primera mitad del siglo XX, realizadas por fotógrafos aficionados y profesionales de la ciudad. El archivo establecido a partir de estas experiencias lo es de copias fundamentalmente (Casa Cultura Fray Diego de Estella), y aspira fundamentalmente a ser un registro gráfico de la vida de la cuidad.
Casas de Cultura Municipales
Más o menos ligadas a los ayuntamientos respectivos, como se ha citado en el apartado anterior, algunas casas de cultura municipales se han ocupado, en los últimos diez o quince años, de la fotografía.
En Elizondo se llevó a cabo una experiencia similar a la de Estella. Se recogieron fotografías conservadas por los vecinos de diferentes eventos de la vida local, bajo la dirección de Ana Larruy. Con esos materiales se realizó una exposición en 1994.
Otro tanto puede decirse de Tafalla, localidad en la que, con la dirección de Javier Ayerra, se ha procedido al copiado y catalogación de imágenes recogidas a particulares que han sido expuestas a partir de 1999. Algunas de las imágenes, generalmente anónimas, tienen un alto valor documental.
Más recientemente, en Zizur Mayor se han recogido también numerosas fotografías relacionadas con la vida municipal desde los años treinta del pasado siglo. Algunas de las fotografías han sido expuestas y publicadas en un libro que recoge la historia del municipio.
Estas y otras experiencias parecidas se han basado en la buena voluntad de los diferentes responsables de la cultura municipal, sin otros apoyos ni coordinación alguna de estamentos superiores. Como una consecuencia del aislamiento de cada experiencia, puede decirse que, en general, se han salvado determinados contenidos icónicos, lo que sin duda es importante, aunque la verdadera labor en relación con los originales ha quedado, por decirlo suavemente, para mejor ocasión.
Caja de Ahorros de Navarra
La Caja de Ahorros de Navarra, para sus sucesivas publicaciones, ha recurrido con frecuencia a la fotografía. Esas imágenes se han adquirido directamente a los autores, en algunas ocasiones, y en otras se han encargado. Arturo Navallas se ocupó, en los años noventa, del registro y catalogación de esos materiales que, por lo general, responden a un interés más bien ilustrativo.
Fundación Julián Gayarre
En su sede-museo de Roncal, la Fundación Gayarre guarda diversos objetos relacionados con la vida del tenor. Entre ellos, aproximadamente quinientas fotografías ocupan un lugar preferente. El sentido biográfico de las imágenes es evidente. En general se trata de fotografías pequeñas, a menudo en formato “carte de visite”, realizadas por fotógrafos españoles y extranjeros en los numerosos viajes que realizó el cantante.
Archivo General de Navarra
Numerosas fotografías han formado parte del Archivo General de Navarra desde hace bastantes años. Sin embargo, un verdadero interés del Archivo por ese tipo de materiales es bastante reciente. Hay obras notables de fotógrafos navarros muy significativos, como es el caso de Julio Altadill. La incorporación del archivo, procedentes de Sangüesa (Francisco Javier Beunza), de las obras que allí se guardaban de Diego Quiroga y Losada, Marqués de Santa María del Villar, ha supuesto un notable enriquecimiento del mismo. Evidentemente no se trata de la totalidad de la obra del Marqués, disgregada en buena parte cuando no desaparecida, pero el conjunto es importante y su interés se acrecienta, en nuestra comunidad, en las fotografías que el fotógrafo realizó en Navarra, buena parte de las cuales fueron publicadas en su día por la Institución Príncipe de Viana.
La obra de Diego Quiroga ha servido a Jorge Latorre (Universidad de Navarra), para realizar su tesis doctoral.
Museo de Navarra
Puede decirse que el interés del Museo de Navarra por la fotografía se inicia a partir de la adquisición de la obra completa (negativos) de Nicolás Ardanaz que se llevó a cabo al fallecimiento de éste (1984). Se trata de una colección de fotografías dedicada exclusivamente a autores navarros.
Dispone en la actualidad de más de veinte mil evidencias entre negativos, positivos sobre papel y diapositivas, sin considerar algunas imágenes documentales anteriores.
Para el almacenamiento de todos estos materiales se cuenta con un espacio de algo menos de veinte metros cuadrados, acondicionado (aislamiento de techo y paredes), que dispone de mobiliario adecuado, y con controles de humedad y temperatura. Todo ello es la consecuencia de una plan sistemático para garantizar la permanencia y seguridad de estos materiales iniciado en 1996.
A partir de aquella inicial adquisición de Nicolás Ardanaz, la fototeca del Museo de Navarra se ha enriquecido con las donaciones de la obra de Agustín y Gerardo Zaragüeta, Pedro María Irurzun y sucesivas adquisiciones a fotógrafos contemporáneos (Miguel Bergasa, Clemente Bernard, Carlos Cánovas, Koldo Chamorro, Miguel y Fernando Galle, Pío Guerendiain, Nicolás López, Jesús Martínez Berasain, Paco Ocaña, Gregorio Pérez Daroca, Nicolás Salinas, Natxo Zenborain, etc.)
Sin duda, bajo la dirección de Francisco Javier Zubiaur y Miguel Ángel Hurtado, se ha erigido en la colección más importante de fotógrafos navarros. La decidida voluntad de avanzar en esta área ha permitido también la realización de importantes exposiciones con los fondos del Museo (Nicolás Ardanaz y Pedro María Irurzun). Asimismo, se ha emprendido hace ya algunos años una notable labor de salvaguarda, restauración, digitalización y copiado de una parte de las evidencias antes señaladas.
La publicación de algunos catálogos y el intercambio de obra con otras entidades tampoco han sido aspectos ajenos al Museo.
Fondo Fotográfico Universidad de Navarra (antiguo Legado Ortiz Echagüe)
Dejando aparte el Departamento de Arte de la propia Universidad Navarra (que conserva una copia de fotografías procedentes del Catálogo Monumental de Navarra), es en el Fondo Fotográfico de la Universidad (el antiguamente denominado “Legado Ortiz Echagüe”) donde se concentra la mayor colección de fotografías existente en Navarra y una de las mayores de España.
En efecto, el fondo se inició con la donación de la obra de José Ortiz Echagüe, que puede ser considerada el núcleo de la colección. En 1999 se llevan a cabo nuevas adquisiciones (colecciones Robert Hershkowitz y Víctor Méndez Pascual), consistentes sobre todo en materiales del siglo XIX (contiene obras de autores como Craig Annan, Laurent, Disderi, Clifford, etc. y ejemplificaciones de técnicas diversas propias de su tiempo.)
Pero el fondo ha adquirido también nuevas obras pictorialistas de autores españoles y extranjeros, piezas del período de las vanguardias (Catalá Pic y Masana), obras de la Guerra Civil (Centelles) y de los años cuarenta (Catalá Roca). Igualmente la colección se ha enriquecido con la donación de la obra completa de Juan Dolcet y del Conde de la Ventosa, así como piezas sueltas de Ramón Masats y Gabriel Cualladó entre otros fotógrafos.
En conjunto, se reúnen en el fondo más de ocho mil positivos y aproximadamente sesenta mil negativos, cifras que pueden dar una idea de su importancia. Bajo la dirección de José Luis Pascual (Fundación Universitaria de Navarra), Asunción Domeño es la responsable de Gestión e Investigación del Fondo (y autora de una tesis doctoral sobre Ortiz Echagüe), con el asesoramiento técnico de Rafael Levenfeld y Valentín Vallhonrat. Es evidente que la voluntad de los responsables del Fondo y de la propia Universidad de Navarra es la de seguir creciendo en calidad y en cantidad. Nuevos proyectos (“Tender puentes”) aspiran a establecer vínculos entre la historia y la contemporaneidad.
Colección Arazuri
A lo largo de su vida, José Joaquín Arazuri recogió, entre muchas otras informaciones, fotografías relacionadas con la ciudad de Pamplona, hasta aglutinar un número superior a las treinta mil entre copias originales y reproducciones. Su interés, con todo, no fue tanto fotográfico como historiográfico, lo que no impide que muchas de las fotografías sean magníficas piezas. Fue también, además de cronista de la ciudad, el primer historiador de sus fotógrafos a través de los datos que, aquí y allá, fue recogiendo y publicando en numerosas ocasiones.
En cierto modo, la colección Arazuri repite el esquema de la propia colección del Ayuntamiento de Pamplona, anteriormente comentada, y no sólo el esquema: algunas de las obras que la componen pueden verse también en los archivos municipales.
Azpilicueta, José María y Domench, Javier.
Se recogen en esta colección fotografías relacionadas con diversas publicaciones que, a lo largo de los años, han realizado los titulares. Se trata, casi siempre, de diapositivas en color, de varios formatos que recogen paisajes, monumentos y tradiciones navarras.
Xabi Landa
Significa, el de Xabi Landa, uno de los escasísimos ejemplos, en Navarra, de coleccionismo particular. A lo largo de los años, Xavi Landa ha ido recogiendo fotografías que, en su mayor parte, tienen que ver con el valle del Baztán. Hay algunas piezas espléndidas y, en el contexto que venimos comentando, de coleccionismo más o menos institucional, representa un soplo de aire fresco.
Fernando Hualde
Se trata de un caso parecido al anterior, del coleccionismo particular, de notable interés, que contiene excelentes imágenes, entre otras, del fotógrafo José Roldán y alguno de sus trabajos en el norte de Navarra.
Mikel Esparza, Fernando Goñi
Mikel Esparza y Fernando Goñi heredaron el archivo del fotógrafo Miguel Goicoechea de Jorge, el pictorialista navarro más destacado. Después de recibir una formación en Burdeos, comenzó a hacer fotografías a partir de 1917, y procesos pigmentarios a partir de 1919, procesos que realizó habitualmente hasta la Guerra Civil, y posteriormente de modo sólo ocasional, aunque siguió practicando una fotografía “directa”.
El archivo, dividido por tanto en dos, está compuesto por innumerables negativos, aún sin catalogar, y muchos centenares de copias (las primeras “pigmentarias” – gomas, transportes, carbones, etc.- y las posteriores “a la plata”). Celia Martín Larumbe elaboró su tesis doctoral con la obra de Miguel Goicoechea. En 1994, la Editorial Ikeder publicó el libro Miguel Goicoechea, un pictorialista marginal, del que soy autor.
La división del archivo y sus peculiares características establecen un interrogante sobre su futuro, en el que ya se han mostrado interesadas algunas instituciones.
Evidentemente, hay otros archivos particulares, generalmente relacionados con la obra de tal o cual autor, cuyo análisis nos obligaría a extendernos demasiado. Felíx Mena, en Elizondo, Gregorio Pérez Daroca y José María Nebrada, en Pamplona, son sólo unos ejemplos de la incertidumbre sobre el destino final de la obra de cualquier fotógrafo, especialmente cuando no es una “estrella” de primer nivel. Quedan también fuera de este breve repaso otro tipo de fondos, no exclusivamente fotográficos, relacionados, por ejemplo, con las galerías de arte (Pintzel, Moisés Pérez de Albéniz, etc.), y aquellos constituidos en su momento para posibles publicaciones puntuales (Archivo Espasa) o periódicas (Diario de Navarra, Diario de Noticias, etc.).
En fin, vista así una selección del contenido de las colecciones de fotografía existentes en Navarra, con las cosas más o menos ordenadas y elegidas, podría dar la falsa sensación de una gran riqueza fotográfica de esos fondos y, lo que me preocuparía más, podría pensarse que las cosas están bastante bien organizadas, al nivel de la comunidad, e incluso, quien sabe, que existe algún tipo de coordinación para la conservación de todos estos materiales.
Es, como digo, un efecto producido por la proyección de unas cuantas imágenes seleccionadas, pero nada más. Sí es verdad, sin embargo, que mirando hacia atrás no son pocas las cosas que han mejorado. Recuerdo de mi participación, a mediados de los 80, en las I Jornadas para la Conservación de la Fotografía (MEAC), el efecto desolador que a mí mismo me produjo una relación escueta de los archivos existentes en Navarra y de su estado en aquel momento. Una década después, en un segundo congreso con el mismo tema, la lamentable relación seguía en gran parte vigente.
Y sin embargo, ¿quién nos iba a decir, en aquellas fechas, el interés que iba a suscitar la fotografía a un centro como la Universidad de Navarra, llamado a ser, sin duda, un foco del más alto interés en el futuro? ¿Quién podía pensar, entonces, en la realización de tesis doctorales (J. A. Vidal Quadras, A. Domeño, J. Latorre, C. Martín) sobre la obra de determinados fotógrafos, alguno de ellos autóctono? ¿Quién se hubiese atrevido a aventurar que el Museo de Navarra, tan “clásico” en sus planteamientos, “despertaría” a la fotografía, a través de la adquisición de colecciones – incluso de la obra de fotógrafos contemporáneos- o del establecimiento de una fototeca razonablemente acondicionada para la conservación, o a través de la creación de un fondo documental sobre la obra de los fotógrafos navarros?
No reconocer todas esas mejoras sería injusto. Pero creer-y quienes hemos conocido situaciones mucho peores podemos estar inclinados a ello- que las cosas se están haciendo bien, es también muy injusto. Más allá de los dos o tres centros comentados, el resto está prácticamente, en su totalidad, por hacer. Y mientras tanto el tiempo pasa y las obras se disgregan, deterioran y hasta desaparecen.
El futuro sigue teniendo el aspecto sombrío de no pocos interrogantes. Es evidente, y se ha dicho muchas veces en congresos como el que ahora celebramos, que hacen falta muchos recursos para abordar con rigor los problemas de la conservación de fotografías. Para la determinación de esos recursos, es necesario que, quienes somos conscientes del “problema” seamos capaces de transmitir a otros esa necesidad, especialmente a quienes son susceptibles de tomar decisiones “políticas”.
En el fondo, sigue subyacente un problema cultural nada desdeñable y cuya solución, además de cara, no parece ser demasiado “rentable” políticamente hablando. Para la aplicación de cualquier programa en esta dirección, para la determinación de los recursos adecuados parece inevitable, antes o después, la creación de centros o departamentos específicos. En una comunidad como la nuestra, todo eso suena a auténtica utopía.
Quiero quedarme con la idea de que no todo ha ido mal. A la vez, no quiero perder de vista, ni por un solo momento que, como los viejos rockeros, los viejos problemas que nos acompañan desde hace ya tanto tiempo, ni desaparecen ni parece que vayan a desaparecer jamás.